Extra II de '¿La amistad? Más torpe que un gamusino en patines'

 

Captura de pantalla de los comentarios de un vídeo de youtube: sale el perfil de Sam con el comentario Extras II

Érase una vez en algún lugar de La Rioja de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía une rapsoda de versos que alimentaban su sangre y mitos que convivían en sus huesos. Cada día, buscaba entre la literatura, la pintura, la música alimento para su alma y conocimiento para su mente (pues le gustaba indagar más allá del negro sobre blanco). El Destino quiso que nuestros caminos se cruzasen hace ya unas cuantas lunas. En esta persona, encontré una figura curiosa, alegre, con un humor suplementario al mío. Nos comprendimos con una mirada brillante por el sol reflejado en el agua. Lo recuerdo muy bien…

…Hoy, el Azar chistoso, un papel burocrático y un sistema de correos demasiado caprichoso como para confiar en él, ha querido que nos volvamos a tropezar en una noche de agosto.

—Gracias por acogerme en tu casa sin avisarte con tiempo, pero, de verdad, que nada de lo que tenía planeado está saliendo bien. —Trato de deshacerme de las gotas de lluvia que han calado mi cabello en el portal del piso de Huy y Topanga—. Es que ni siquiera debería estar aquí, el tren debería haber llegado a Madrid, no quedarse atorado en Logroño por ya no sé qué motivo.

—No hace falta que te sigas disculpando, Sam. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que haga falta. Además, tienes suerte de que Topanga no esté, porque puedes ocupar su habitación, ya la he dejado preparada en cuanto me has llamado —dice antes de que yo le pueda reclamar nada—. Y tampoco me digas que no es necesario, porque mi hermana ha insistido. Y no querrás llevarle la contraria. —Se vuelve hacia mí, tras abrir la puerta del portal, con el ceño fruncido como si mi negativa pudiera enfadar a todos los dioses olvidados del mundo. Niego con la cabeza siguiendo con el aire solemne que elle trasmite—. Muy bien. Subamos.

Una vez arriba, acepto toda su hospitalidad: el tour por el piso extraordenado (consecuencia de mi visita intuyo; al igual que intuyo que Topanga agradecerá todo esto), la ducha y la cena. Un viaje súbito y apresurado nunca suele ser una buena opción, porque las contraindicaciones pueden ser severas. Por ejemplo, puedes perder el transporte, se puede dar un extraño incidente que nunca ha ocurrido (valga la redundancia), puedes equivocarte en la planificación y la lista continúa hasta el infinito. Mi suerte truncada hace que ser un huésped de lo más agradecido con cualquier cosa que te ofrezcan. Además, hace muchas décadas aprendí a no rechazar los actos bonitos que la gente que te aprecia/quiere hace por une, desde entonces, por definición, soy un fénix agradecidísimo. Y hablando de esto:

—Muchas gracias por todo, Huy —le digo tras sentarnos en el sofá y recoger los restos de la cena.

—No hay de qué. —Nos acurrucamos con agradecimiento de la compañía de le otre.

—Tengo claro que puedo venir a visitarte más veces, que ya veo que se te da bien eso de vivir sin destrozar la casa por el camino.

—Nah, eso solo es una licencia que me he tomado hoy por deferencia a tu persona.

Nos reímos.

Se va la luz por la tormenta.

—Oye, ¿te apetece noche de velas e historias? —Veo el brillo de los ojos de Huy cuando regresa la luz.

—Claro, eso va más con mi edad. Me recuerda a mi infancia —bromeo.

—Ya sabía que te gustaría por eso.

Se marcha con una tenue risa como estela tras sus pasos.

Cruzo las piernas debajo de mi cuerpo. Una sonrisa torcida se dibuja en mi cara con la chispa de la curiosidad infantil. La foto de la mesita de al lado del sofá llama mi atención: son elle y Topanga en la piscina. Me hace gracia que sean tan diferentes, lo único que comparten es el color de pelo. Donde Huy es un tono bronceado, Top es más blanquita;  donde Huy es mofletes, Val es ángulos; y donde Huy es ojos rasgados que desaparecen tras una sonrisa, Val es ojos más grandes que no se niegan a desaparecer. Echo un vistazo rápido y me doy cuenta de que Huy se parece mucho a su madre. ¿Se parecerá a su padre Topanga? Aunque creo que ambes se parecen más a Huy. La genética siempre tan divertida.

Las estanterías que hay (dos y un carrito con libros) están tan sobrecargados con literatura, plantas y figuritas. Se puede ver en los diferentes patrones de orden qué baldas son de cada hermane. Puedo decir sin miedo a equivocarme que las más estéticas y coloridas son de Top y las más anárquicas y de temas variados, de Huy. Tomo una bocanada de aire y puedo notar el olor a libro antiguo. El resto del espacio está vacío: no hay mantas sobre el sofá, alfombras por el suelo, detalles en la mesita de café o plantas en la ventana. El resto es ufano, como si no supieran si este sitio va a ser su hogar para siempre. Noto una interrogativa en el ambiente. Aunque, quizá, una de las partes ya tenga un plan claro.

Llega Huy con velas en sus respectivos soportes seguros y un mechero. Las coloca en un orden muy concreto encima de la mesa de café y en la mesita al lado del sofá. El problema viene cuando las intenta encender. Clac. Clac. Clac. Una llama que se extingue antes de nacer. Clac. Clac. Aguanta prendida hasta que acerca el cacharro a la mecha. Clac. Clac. Clac. Clac. Agoniza entre los dedos de mi amigue.

—Déjame encenderlas a mí.

Murmuro unas palabras ininteligibles al tiempo que dejo salir mi aliento hasta que prenden las mechas.

—No sabía que los fénix, pudieran hacer magia. —La sorpresa ronda su rostro.

—No podemos. —Me encojo de hombros.

La pregunta flotaba en el aire.

Una espera.

—¿Entonces?

—Es algo que me he acostumbrado a hacer. Bueno, fue idea de una Líz de tres años. Más o menos. Ella no sabía qué tipo de clandestine era yo, obvio, y leyéndole un cuento, hubo un apagón por culpa de una tormenta, como la de hoy, solo que no volvió porque el problema fue mucho mayor. Mis neidres estaban trabajando y yo estaba a su cuidado. El caso es que el cuento trataba de un hechicero que tuvo que inventar sus propios conjuros para poder acceder a su magia. El protagonista era sordo y los hechizos no se escribían por temor a que alguien los robase. Así que lo fueron dejando de lado hasta que no fue más que una sombra. Un día, el niño se adentró en el bosque. Por la noche se asustó tanto por las sombras que veía, que trató de crear una bola de luz. Intentó mover los labios según los mismos esquemas que les había visto al resto de su pueblo. Pasó así mucho rato, tanto que se olvidó de imitar lo que recordaba. En algún momento pasó a realizar sonidos al ritmo de su pie inquieto. Lo que en realidad ocurrió, es que deseó tanto crear el hechizo que se olvidó del método ortodoxo. Encontró otra manera de hacer magia. Creo que iba de algo así. El caso es que Líz se inventó una palabra, como ¿Mary Poppins o era La bruja novata? Me animó a usarla para crear luz. Con mi fuego de fénix puedo hacerlo, pero no sin desvelar mi verdadera identidad. El caso es que mis padres tenían velas puestas por el salón más a modo de decoración que otra cosa. Supongo que el resto es historia.

—No sé por qué, pero siempre me sorprende ese lado tuyo de hermano mayor.

—¿Por qué? —le pregunto con mucha curiosidad.

—Porque en mi mente eres más como un ángel de la guarda, de esos que no se ve, pero siempre estás en boca de todo el mundo. No resulta fácil dar contigo.

—Es que tengo demasiado trabajo. —Prefiero dejar ese tema a un lado; ya que he podido salir durante unas horas de extranjis de ahí, prefiero no seguir—. Bueno, apagamos la luz.

Sé que Huy se da cuenta del cambio de tema, pero lo deja pasar.

—Vale, pero, con una condición: que me cuentes más historias de tu infancia, de cosas mágicas como estas.

Con su velocidad apaga la luz y vuelve a mi lado sin que note su ausencia.

—Supongo que no me puedo negar.

Entonces comienzo a entretejer narraciones que siento que son tan viejas como el tiempo, pues muchos de esos mundos ya no existen, por fortuna; aunque otros tan solo se transformaron y continúan subyugando a gran parte del universo y me anclan a la realidad atormentada. Los hilos con los que comienzo a formar el tapiz se tiñen de nostalgia: los colores se suavizan cuando recuerdo que las estrellas continúan igual que la primera vez que las descubrí, cuando florecieron esas emociones de pertenecía, cuando, antaño, la calidez de una caricia sustituyó un recuerdo que hace décadas se marchitó. Poco a poco brotan figuras que coprotagonizan mis andanzas de paisajes legendarios. Epopeyas míticas no gozaron de tal elocuencia rodeando a sus allegados, andanzas, corazones.

Y supongo que, tal y como lo haría un relato, termina con el mayor punto de felicidad con un «colorín colorado este cuento se ha acabado». Uno que incluye a Huy durmiendo plácida junto a una nota manuscrita con una disculpa y un agradecimiento, y conmigo despierto saliendo a medianoche como Peter Pan por la ventana para regresar a Nunca Jamás antes de que me sea imposible regresar por los nudos del corazón.



Leer capítulo anterior. Pasar al siguiente


Comentarios

Entradas populares